09-07-2008

Maltrato infantil en Chile: cifras que avergüenzan

 

Por María Estela Ortiz Rojas, vicepresidenta ejecutiva de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji)

 

La Unicef nos alerta concluyendo que tres de cada cuatro niños son víctimas de violencia; es decir, 75% de los niños y niñas chilenos son maltratados.

 

Me levanto una y otra vez así como lo he hecho, día tras día, a lo largo de mi vida. Esta acción, que es común y cotidiana para todo ser humano, es también, a esta altura, un acto simbólico. La historia de nuestro país nos ha hecho vivir situaciones límites en las que hemos transitado por momentos oscuros y dolorosos, en los que la vida de las personas ha estado en peligro y a merced del que, por asuntos de fuerza, ha resultado más poderoso. En este sentido, y disculpen que me refiera a mi experiencia, tengo un aprendizaje acumulado en la defensa de los derechos humanos. Es la historia que me ha tocado vivir y de la cual de ninguna manera me arrepiento.

 

La Presidenta Michelle Bachelet hoy me ha dado la posibilidad de retomar un camino vocacional que se vio truncado en 1973 con el golpe militar. En esos días la juventud y la inexperiencia me acompañaban, acababa de obtener mi título de educadora de párvulos y me integraba con convicción y entusiasmo a trabajar para mejorar las condiciones de atención y educación de los niñas y niños más pobres del país, como supervisora en la Junta Nacional de Jardines Infantiles, institución de la que después del golpe fui exonerada y que hoy tengo el honor de dirigir.

 

A partir de 1973, junto con mi familia y como miles de compatriotas, nos vimos expuestos a situaciones que nos convirtieron, por las ideas que defendíamos, en personas vulnerables; fuimos perseguidos, golpeados y reprimidos: mi padre Fernando Ortiz es hoy un detenido desaparecido al que en la intimidad familiar aún seguimos buscando, y José Manuel Parada, mi pareja y compañero, padre de cuatro de mis hijos, fue brutalmente asesinado en marzo de 1985.

 

Hoy, Chile vive y se desarrolla la democracia, ya las ideas no son un peligro. Eso es, sin duda, maravilloso, pese a todas las cosas pendientes que nos quedan por hacer.

 

Cualquier persona puede pensar distinto, expresar sus opiniones libremente sin poner en riesgo su integridad, pero ¿estamos todos los chilenos en igualdad de condiciones? y ¿existen compatriotas más vulnerables que siguen expuestos a la ley del que tiene más fuerza?

 

Nuestro pueblo supo luchar por los derechos humanos y lo hicimos con fuerza y convicción. En la actualidad, las ideas se respetan, incluso se potencian y agradecen. Pero, desgraciadamente, no todas son buenas noticias. Haré una afirmación compleja que requerirá, seguramente, una explicación: en Chile seguimos sin respetar los derechos humanos de todas las personas y, lo que es aún peor, los compatriotas que hoy están en riesgo pueden ser golpeados y maltratados son niños y niñas pequeños.

 

En lo que respecta al maltrato infantil las cifras entregadas por Unicef hace un par de semanas deben avergonzarnos. Es imperativo detenernos a reflexionar de manera profunda respecto del tipo de sociedad que estamos construyendo. Pudimos luchar por la democracia y la conseguimos. Hoy, debemos luchar por generar un cambio cultural que asegure que NUNCA MÁS en Chile un niño será maltratado, ni física ni sicológicamente.

 

La Unicef nos alerta concluyendo que tres de cada cuatro niños son víctimas de violencia; es decir, 75% de los niños y niñas chilenos son maltratados. El estudio Maltrato infantil y relaciones familiares en Chile hace un análisis comparativo de la situación de maltrato en 1994, 2000 y 2006. En doce años no hemos sido capaces de disminuir la violencia física, e incluso hemos aumentado la violencia sicológica. Tardamos 17 años en poder recuperar la democracia, pero en doce años no hemos sido capaces como sociedad de generar los cambios culturales que permitan que nuestros niños puedan desarrollarse sanamente.

 

No podemos seguir pasivos frente a esta realidad: los niños chilenos sufren de maltrato en la casa del frente y, tal vez, en la propia. Esto ocurre en los sectores más vulnerables de nuestra población, pero también en los hogares de la gente con mayores ingresos y mejor nivel educacional. Como país y sociedad, tenemos una tremenda deuda. Las cifras de maltrato infantil nos deben estremecer. Con esa energía en el cuerpo me levanto cada mañana y, desde mi rol de madre, educadora de párvulos, vicepresidenta de Junji y de chilena, hago un llamado a que cada mujer, cada hombre, cada educadora, abuelo, tía o vecino tome en sus manos la defensa de los derechos del niño como un desafío que no puede seguir esperando.

 

DIARIO LA NACION/ 9 de julio de 2008

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