18-03-2007

El imperio del consumo

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos.
Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente.
En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido.
En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche.
Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.

La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales.

Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.
La parranda aturde y nubla la mirada;
esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio.
Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía;
y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.
La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera.
El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo.
El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora;
pero ni modo:
para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor.
La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos.

Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales.
Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente.
En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido.
En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche.

Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.
Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.
EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.
«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo.
El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener.
Un hombre pobre es un pobre hombre.
«Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires.
Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís:

«Mis hermanos trabajan para las marcas.
Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».
Invisible violencia del mercado:
la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda.
La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo.
Esta dictadura de la uniformizació n obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único:
impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.
El consumidor ejemplar es el hombre quieto.
Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación.
Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados.
Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado.
El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo.
El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión.
Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida:
esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local.
Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos.
Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único:
la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food.
La plastificació n de la comida en escala mundial, obra de McDonald's, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminació n de la cocina:
sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.
El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald's no puede faltar en la barriga de un buen atleta.
El inmenso ejército de McDonald's dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero.
El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa.
Las colas ante el McDonald's de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.
Un signo de los tiempos:
esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato.
McDonald's viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera.
En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá:
el restorán cerró.
Pero en el 98, otros empleados de McDonald's, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.
Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal:
la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo.
Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite.
En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo.
Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio.
Tiempo libre, tiempo prisionero:
las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra.
Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso:
a nadie escucha, pero habla para todos.
Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.
Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad.
Las cosas tienen atributos humanos:
acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla.
La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados.
Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo.
Y las cosas no solamente pueden abrazar:
ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas.
Cuanto más exclusivas, mejor:
las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario.
La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace.
Eso es lo de menos.
Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías:
¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema.
También son fruto de la ética individualista.
La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas.
Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad;
pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.
Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico.
La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos.
En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos:
las mayores ciudades del mundo, y las más injustas.
Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios.
Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes.
Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos.
En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando;
en las ciudades, la vida ocurre, y llama.
Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.
Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades.
Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse».
Juntarse, encontrarse.
Ahora, ¿quién se encuentra con quién?
¿Se encuentra la esperanza con la realidad?
El deseo, ¿se encuentra con el mundo?
Y la gente, ¿se encuentra con la gente?
Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?
El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan.
Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos.
Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.
El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante.
Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo.
La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante.
El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo:
los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje.
Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza.
Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro.
El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos.
Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones.
Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender.
Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz.
Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera.
El dinero vuela a la velocidad de la luz:
ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia.
Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad.
Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.
Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable:
una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado.
Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos?
¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta a unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo?

La sociedad de consumo es una trampa cazabobos.
Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda.

La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar:
es una necesidad esencial.
No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.

13-03-2007

Divorcio… en cómodas 18 cuotas mensuales…




Leí en la prensa una nota sobre una conocida multitienda que se asoció con un staff de abogados para prestar una serie de servicios a nuestro querido público consumidor. Ahora se podrá realizar juicios por tuición, demandas por juicios de alimentos o contratos de sociedades anónimas, entre otros, y pagarlos en cómodas cuotas mensuales.

Es claro que este tipo de alternativas favorece a quienes no disponen del vil billete en efectivo y precisan soluciones a sus problemas, esto es los sectores más pobres de nuestro país, entonces sumamos a las deudas plásticas de los centros comerciales, supermercados y colegios las de los servicios judiciales. Joya de sistema.

Sin embargo, uno de los servicios que me llamó la atención es el divorcio, ya que cuando no se es juez express, no es posible divorciarse en 8 horas, entonces hay que recurrir a largos y onerosos juicios, pero aquí lo puede pagar hasta en 18 cómodas cuotas mensuales, así es que mientras pasan los meses y se arrepiente de haber dado el sí en el altar o de haber firmado en el registro civil, va pagando el arrepentimiento sin moverse del escritorio y al final de año y medio con suerte está divorciado, pero con seguridad habrá terminado de pagar el trámite.

11-03-2007

Convocatoria: Marcha de las mujeres en homenaje a los caídos en la matanza de la Escuela Santa María de Iquique


CONVOCATORIA

Hoy jueves 8 de marzo de 2007 reunidas en el Monolito de Homenaje a los Caídos en la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, llamamos a las mujeres a sumarse a esta iniciativa y marchar como homenaje a las mujeres, niños y obreros caídos el 21 de diciembre de 1907.




Bajo el lema de “Vamos Mujer”, la organización Mujeres Construyendo País, convoca a las mujeres, de toda condición política y social, a participar de una Gran Marcha de las Mujeres a realizarse en el mes de diciembre de 2007, en el marco del Centenario de la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique.

Desde el 15 de diciembre de 1907 comenzaron a llegar los obreros a Iquique después de extensas caminatas y columnas que bajaban por la pampa.

El sábado 21 se encontraban en la Escuela Santa María no solo los obreros de las oficinas salitreras que demandaban justicia, frente a la misérrima situación de pobreza y carencias que vivían, sino que los acompañaban mujeres y niños. Y no sólo habían obreros y familias chilenas, sino que obreros de Argentina, Bolivia y Perú, quienes decidieron permanecer junto a los chilenos y perdieron la vida como ellos.

Mujeres Construyendo País quiere rendir un homenaje a los obreros caídos y especialmente a las mujeres y niños asesinados. Por ello, llamamos a realizar una Gran Marcha de las Mujeres, como homenaje a esas mujeres que bajaron desde la pampa con sus hijos, esas mujeres que esperaban una solución a sus demandas, que esperaban poder darle pan y abrigo a sus hijos y que solo encontraron como respuesta balas de metralla. Se cumplen 100 años de esta masacre.

Con esta actividad queremos decirle al mundo que no olvidamos lo sucedido y convocamos a las mujeres latinoamericanas a hacerse presente también en esta marcha.



¡¡Vamos Mujer!!


08-03-2007

8 de marzo de 2007


Lo que más me asombra en nuestra ciudad, y puede que suceda en otras también, es que las instituciones fiscales gasten enormes recursos en esta fecha y lo hagan para celebrar, pero las celebraciones que se realizan rayan en la farándula, festivales de la canción, cantantes de Rojo. Entonces cada vez vamos acercando esta fecha a la publicidad y al consumismo, celebra mujer, festeja mujer, pero ¿qué se celebra o conmemora en esta fecha?

El 8 de marzo se fue instituyendo como homenaje hacia aquellas obreras quemadas en la fábrica textil Cotton, en Nueva York esto en el marco de grandes huelgas y movilizaciones que demandaban aumentos de salarios, reducción de las extensas jornadas laborales, y derecho a sindicalizarse. Cuando se realiza la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, allá por el año 1910 la feminista alemana Clara Zetkin propone que todos los 8 de Marzo se celebre el "Día Internacional de la Mujer Trabajadora".

Han pasado casi cien años y las mujeres seguimos siendo discriminadas, las temporeras y obreras sufren por las condiciones laborales en que se desempeñan, las maestras son despedidas sin consideraciones de ninguna especie después de entregar gran parte de su vida a la docencia, las mujeres maltratadas y violentadas ni siquiera se salvan en su día, y todo esto forma parte de una estructura patriarcal que muchos se resisten a cambiar, incluso algunas mujeres.

Entonces, en esta fecha más que celebrar con cantantes de Rojo o con Festivales de la Canción se precisa "tomar conciencia" y conocer la historia de lucha de muchas mujeres, incluidas aquellas que murieron en la masacre de la Escuela de Santa María. Mujeres luchadoras, mujeres que querían un futuro mejor para sus hijos y que lucharon con la esperanza de cambiar esta sociedad. Las mujeres debemos conocer por ejemplo la historia de Elena Caffarena, iquiqueña, pionera y líder en la lucha por los derechos de las mujeres y por los derechos humanos.

La igualdad de las mujeres en la educación, el trabajo, la protección maternal, el derecho a "casas-cuna" para las madres trabajadoras, desayuno escolar para los niños pobres y la plena participación política de las mujeres se cuentan entre sus grandes demandas y conquistas.

Los pocos espacios que detentamos las mujeres hoy en día son fruto de estas mujeres luchadoras, de las obreras quemadas, de las sufragistas, de las defensoras de los derechos humanos, y también, por qué no decirlo de nuestra Presidenta Michelle Bachele que impuso la paridad en su ministerio en un gesto político de igualdad de oportunidades.

Las mujeres debemos saber que no es tiempo de celebración sino de reflexión y acción. Que no es posible que después de cien años sigamos marginadas de los espacios de decisión política y social, que todos los días la crónica roja hable de mujeres maltratadas, violadas y muertas.

No es posible contentarse con una rosa roja, bombones o farándula, es tiempo ya de abrir los ojos y comprender que el 8 de marzo es una fecha instituida para no olvidar la lucha y el sacrificio de muchas mujeres que murieron en defensa de nuestros derechos.

Entonces a crear conciencia y acciones para continuar por esa senda en búsqueda de una real igualdad de oportunidades para construir efectivamente una sociedad para todos y todas.