12-12-2006

¿Por qué celebramos la muerte del dictador?



Por Andrea Coñuecar Ojeda, [1]



“Los canallas viven mucho, pero algún día se mueren”
(Bennedetti, Mario)


Para la historiografía de los derechos humanos, el 10 de diciembre no es un día cualquiera. Porque fue en una fecha similar, pero en el año 1948 cuando la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas, decide adoptar y proclamar la Declaración Universal de Derechos Humanos. Convencidos sus países miembros que el compromiso moral y ético reglamentado en dicha carta, otorgaría la posibilidad cierta de cautelar la paz y el respeto por los seres humanos.

Sin embargo, pese a los sangrientos hechos desatados en Europa, tras la traumática experiencia de participación en la I y II guerras mundiales, la historia del siglo XX continuó transitando por episodios de oscurantismo y trasgresión de derechos a la integridad física de millones de personas.

Ese fue el caso de las dictaduras latinoamericanas de la década de los 80’ amparadas en la famosa “Doctrina de Seguridad Nacional”, conducida por EEUU en el afán de detener la propagación del enemigo marxista. Fue tras ese discurso de intolerancia y prepotencia que se fomentó el genocidio y la persecución, mediante la conformación de fundaciones de adoctrinamiento militar. Tal fue el caso de la “Escuela de las Américas”
[2], encargada de impulsar estrategias de combate antisubversivo, destinado a disuadir a grupos de izquierda, considerados peligrosos para la imposición del modelo norteamericano.

Era el período de “guerra fría”, donde Estados Unidos y su brazo de espionaje conocido como CIA (Central Intelligence Agency), buscaron controlar la irrupción de movimientos sociales y políticos que significaran la competencia hegemónica para la expansión del libremercado, basado en la exclusión de la masa popular e indígena latinoamericana.

Así se fraguó el término del gobierno de Salvador Allende Gossens, quien es derrocado por el general Augusto Pinochet, representante de una de las dictaduras fascistas más cruentas consignadas en todos los textos de historia nacional e internacional. Entonces cabe aquí recordar: ¿Quién puede borrar de la memoria colectiva traumas como el protagonizado en 1986 por Carmen Gloria Quintana
[3], joven que sufrió un 65% de quemaduras en el cuerpo, sobrellevando de por vida un rostro magullado por la impotencia de no encontrar la debida justicia, ni dentro del régimen militar, ni fuera de él?

En efecto, fue la presentación del caso “Quintana” – entre muchos otros- el que en su momento remeció a los expertos de Naciones Unidas, quienes bajo el régimen de Pinochet Ugarte recibían cientos de informes alternativos provenientes de agencias de derechos humanos, las que debidamente acreditadas, daban cuenta que en Chile pasaba algo más que “un ruido de sables”. Es así que la presión de dichos organismos provenientes de la sociedad civil, coordinados con las agrupaciones de exiliados y los propios movimientos callejeros de promoción de derechos humanos desplegados por todo el país, fueron quienes conjuntamente presionaron por la restauración democrática.

Sin embargo, mucha de esa gruesa demanda hoy sigue inconclusa y seguramente la muerte del dictador no variará nuestras vidas en lo cotidiano. De hecho, quienes en su momento fuimos parte de la lucha por la ansiada “democracia chilena”, seguimos viviendo situaciones de marginalidad bajo la concertación y su desteñida promesa de resplandeciente alegría y color. Otros, aún en el cansancio del tiempo, siguen clamando por una justicia de la cual escasamente se habla en los canales televisivos encargados de conducir una agenda noticiosa tan plástica como la que acompañó al nonagenario dictador.

Por eso, en el día Internacional de los Derechos Humanos ¿quién nos puede enrostrar la posibilidad de a lo menos, festejar el deceso de una figura que nos acarrea imágenes de dolor e impunidad? No festejamos por un impulso de sadismo barato, ni tampoco por la esperanza en que los cómplices de Pinochet paguen con la cárcel, el dolor generado a miles de familias chilenas e indígenas. Festejamos porque su nombre ya ha quedado instalado en la lista internacional de genocidas
[4] mundiales. Festejamos porque su partida nos permite rememorar a nuestros propios compatriotas muertos y exiliados, aquellos a quienes la conmemoración del día internacional de los derechos humanos seguramente pasó inadvertida tantas veces por la misma acción del régimen militar pinochetista.-

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[1] Periodista. Diplomada en Derechos Humanos, Universidad de Deusto(Bilbao).Magíster en Artes Digitales. Universitat Pompeu Fabra(Barcelona).
[2] Más conocida como Escuela de Panamá graduó a más de 60.000 mil militares y policías de hasta 23 países de Latinoamérica, algunos de especial relevancia por sus crímenes de lesa humanidad.
[3] El 2 de julio de 1986, fueron quemados vivos en Santiago de Chile, dos jóvenes por una patrulla militar durante la celebración de una jornada de protesta contra la dictadura. Una de ellas fue Carmen Gloria Quintana , quien sobrevivió de las llamas, con profundas secuelas en su rostro, caso que fuera presentado en Naciones Unidas.
[4] El genocidio es un delito internacional que consiste en la acción de funcionarios del Estado o particulares, de actos cuya intención pretende destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.

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