
Hoy, revisando postales, cartas, tarjetas, entre otros, encontré una carta con unas palabras de despedida que hice para una amiga. Fue escrita el 6 de septiembre de 1985 en Arica, pero la comparto como un pequeño homenaje a quien fuera una muy querida amiga, la "chica" Marisol. Porque mientras exista memoria, no hay olvido.
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Recuerdo que una vez junto a Marisol analizábamos el nivel de compromiso para con nuestro sufrido pueblo ¿y qué pasará si nos matan? nos preguntamos. Acto seguido cada una escribió un testamento (pensando medio en broma, medio en serio, que ese día llegaría). No podíamos imaginar que esa macabra ocurrencia iba a transformarse en espantosa realidad...
"A las ocho de la mañana de ayer, un gásfiter limpiaba con una
manguera el sitio en que cayó muerta la joven Marisol Vera Linares, de 22 años.
En el lugar aún se apreciaba una gran mancha de sangre y restos de masa
encefálica de la muchacha. La joven prácticamente se desangró en ese sitio,
donde fue alcanzada por un proyectil que salió desde una camioneta C-10 cuyos
ocupantes pasaron disparando contra un grupo de jóvenes que protestaban en esa
esquina.
Marisol Vera no estaba protestando cuando fue alcanzada
por las balas. Caminaba en compañía de su hermana Patricia (19) en direccción a
la casa de un primo para que les reparara una plancha eléctrica con la cual
debían sellar las bolsas de maní confitado que su madre fabrica en su hogar, a
dos cuadras del lugar de los hechos." (La Estrella de Arica, 5/09/85)
No podía imaginar yo, que llegaría un determinado momento en que me encontraría hablando de ella, de lo que fue su corta vida, sus anhelos, sus temores, sus esperanzas, todas truncadas por una bala asesina.
Recuerdo que me dejaba su cubrecama de varios colores, como lo era ella, radiante, optimista, llena de vida.
A otros amigos les dejaba sus libros, su colchón y la infaltable encomienda de maní confitado. Esa era nuestra Marisol.
La "chica" que siempre aparecía con sus tallas en clases, la que compartía alegremente nuestras fiestas, nuestros paseos.
La que se insultaba porque no comprendía la gramática o el latín.
Marisol era "la mami" de muchos de nosotros, a pesar de su pequeñez de estatura tenía un corazón generoso y una palabra de aliento y de fuerza para todos.
Pocas veces se la vio triste, porque su esperanza en un mañana mejor iluminaba sus ratos sombríos. Todos recordarán que donde ella estaba había siempre una sonrisa.
Para quienes fuimos amigos, compañeros de curso o de carrera, nos queda esa imagen que difícilmente se borrará, considerando su trágica y vil muerte.
Para quienes fuimos compañeros de ideales, nos queda su fuerza y su tesón para continuar.
Su muerte se suma a las tantas que han sido sesgadas por balas desconocidas, enlutando a nuestra patria y avergonzando a la justicia.
Marisol ha muerto, pero su recuerdo vivirá en cada uno de quienes la conocimos.
Marisol luchó por una sociedad más justa, más solidaria, más humana.
Es por ello Marisol, que hoy estamos aquí, contigo, unos expiando culpas por haberte juzgado apresuradamente, otros reafirmando el compromiso que tenemos y que no se pierde con tu muerte.
No lloramos, porque las lágrimas a nada conducen, y como tú decías "con las lágrimas no lo vamos a echar".
Descansa en Paz, amiga, compañera, que ese Chile libre que querías ya se acerca.
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(Marisol fue asesinada en Santiago en el marco de la protesta nacional del 4 de septiembre de 1985. Este escrito fue hecho para una jornada de reflexión y oración que se le hiciera en la Iglesia Santa Cruz, Arica, el día 6 de septiembre. Marisol había estudiado hasta segundo año de Pedagogía en Castellano en la Universidad de Tarapacá, en Arica).