Hace años
que no escribía, pero tu fuerza querida amiga, me impulsa a retomar lo andado.
En esta
ocasión, más bien transcribiré una Carta que escribiera el sacerdote Jesuita
Miguel, cuando estaba a cargo de la Parroquia Santa Cruz, en el año 1985, en
Arica, Chile. Y lo hace con motivo de tu muerte y de la jornada que realizamos
en esa institución amiga, que siempre cobijó nuestras reuniones en los tiempos
más cruentos de la dictadura militar.
Transcribo.
Queridos amigos:
Siento no poder acompañarlos en esta noche para
recordar en reflexión y oración a Marisol Vera. Tengo otro compromiso anterior,
a la misma hora y esto me impide asistir.
Marisol, cayó asesinada por una bala disparada
desde un vehículo que circulaba por la Avda. Mapocho de Santiago. Ya sabemos
quienes en Chile tienen las armas. Y Marisol quedó abandonada en esa calle a
los 22 años de edad, cuando se alimentan las ilusiones y los ideales de
toda la vida. Ahí entregó ella su corta vida, y la entregó entera. Pienso
que el asesino -entrenado para matar- oculto entre los miles que tienen como
misión el reprimir a la humanidad, debe haber vuelto a pasar la bala de su
rifle para seguir una rutina que no tiene en cuenta la dignidad de las
personas. Pienso también que ese hombre ha de haber llegado por la noche a su
hogar atreviéndose a dar un beso a su mujer y a sus hijos, pero sin poderles
contar los detalles de su "trabajo"... Marisol debaja el luto entre
los suyos de la población San Rafael en Santa Rosa.
Estamos en guerra, aunque el Arzobispo Fresno llame
a quedarse en sus casas. Y la guerra es desigual: balas por un lado y
gritos de angustia por el otro, y un grito no mata, sino denuncia la
injusticia, el hambre, la falta de libertad y de verdad, sin la cual el ser
humano no puede resignarse a vivir.
Varias veces conversamos con Marisol, a veces en su
casa de Eusebio Lillo que compartía con otras amigas, y otras en la Once. (ndr en
esa época población 11 de Septiembre en Arica, ex Venceremos. En la
actualidad se llama Cardenal Raúl Silva Henríquez). Me llamó la atención en la
chica Marisol, no solo su simpatía humana, su firmeza de carácter, su decisión,
sino sobre todo la claridad de su opción: soy del pueblo y he de luchar por mi
pueblo. Se sentía orgullosa, sin hacer alarde de demostrarlo, de haber nacido
en una población obrera en Santiago, en una toma. Le conté un día que yo mismo había colaborado
con mi trabajo voluntario, al comienzo del 63, para techar las viviendas
improvisadas, comiendo lo que compartíamos entre todos y durmiendo en cualquier
rincón. En esos precisos meses nacía ahí Marisol.
Marisol Vera llevaba en su alma el ideal de lucha
por su pueblo, y esto iluminaba su vida. Ella hubiera querido quedarse en
Arica, porque se encariñó con nosotros, seguiría vendiendo maní para ayudarse
en su sobrevivencia. Lamentaba que su padre –un humilde obrero que tenía que
mantener a su familia debiera valerse de “medios pollos” mal pagados para
colocar su maní. Yo le decía que le estaba haciendo la competencia a Carter…
Aun en sus
relaciones sentimentales y en sus amistades, Marisol se guiaba por su ideal de
lucha popular. Me dijo un día que no se
había incorporado a la Pastoral Universitaria porque la deseaba más valiente,
de más lucha por los valores que dan merecimiento a la vida.
Yo traía a mi memoria –mientras ella me admiraba
por su posición tan definida- el mandamiento principal: “Amar a Dios… y amar al
prójimo como a uno mismo”. Y pensé: Esto ya caducó, esta fue la antigua ley,
vestigio y restos de la ley de Talión, la ley del equilibrio…
El mandamiento nuevo el de Jesús, es revolucionario
exigente, donde se rompe el equilibrio… y del que él mismo dio el ejemplo: “No
hay amor mayor que el de dar la vida”, no podemos dar más, y por eso hemos de
cuidar la vida para darla como la dio un Romero en América, y Jarlan, y mi
amigo José Manuel Parada y sus compañeros, y Tucapel y miles de chilenos
anónimos o desaparecidos, argentinos, brasileños, centroamericanos,
vietnamitas, sudafricanos… y como la dio –de 22 años- Marisol con su simpatía,
su ejemplo de firmeza de alma, y su ideal.
Sólo salvaremos a Chile y al mundo oprimido de la
barbarie moderna si estamos dispuestos a morir.
Arica, 6 de septiembre de 1985.
Nota: Esto fue escrito en el año 2015. Quedó sin publicar, hasta ahora, agosto 2023.